fuerzas del mal
Imposible no ceder a las fuerzas especulativas que empiezan a aparecer en mi cerebro a la hora de viajar en micro a otra ciudad, fuerzas que me sitúan virtualmente y de antemano al lado de personajes de la farándula, actrices de la franja 20-27 años, o criaturas celestiales de corta edad y mirada inocente.
Pero siempre es la realidad la encargada de poner todo en su lugar, cuando efectivamente subo al micro y termino acompañado por tipejos extraídos de la revista Lúpin, el último por ejemplo era un gordito simpaticón de 1 metro 50 y 100 kilos, con bigotito y dentadura más o menos irregular, que se reía y miraba hacia abajo. Parecía un lobo marino antropomorfo.
Y nuevamente es la realidad, cruel o justa como solo ella puede serlo, apareciendo para remediar la decepción quizás de la manera más hermosa en que esto puede ocurrir: con la desilusión ajena. Fue cuando kilómetros más adelante a un chabón que viajaba solo asientos más adelante y que se venía riendo se le sentó al lado una monja de 70 años.
Y yo lo veía al tipo, angustiado, buscando una explicación que no iba a llegar nunca en la ventanilla, en el asiento, en la cara de otros pasajeros, y hasta en la lamparita ridícula que vigila siempre desde arriba, y fui feliz, y reí con ganas, y encima como bonus track la Hermana quiso destrabar el asiento reclinado y casi termina crucificada en el asiento de adelante por un súbito efecto catapulta. Sentí el espiritu de Benny Hill en el ambiente.
Ruego a Dios que nunca me siente al lado de una de sus enviadas. Y de última si tiene que ocurrir que sea por ejemplo Julieta Díaz, vestida de monja. Amén.