Londres, 24 feb (EFE).- En momentos de crisis y fuerte presión, como la Guerra de las Malvinas de 1982, la entonces primera ministra británica Margaret Thatcher buscaba el reconfortante apoyo del whisky escocés, a menudo durante noches enteras.
La conocida como "dama de hierro" compartía esos momentos con su asistente personal, Cynthia Crawford, quien, según ha relatado en un documental, acabó prácticamente "enganchada" al whisky con soda al final de la guerra contra Argentina.
"Nos sentábamos de noche en el suelo de su casa. Al final de la guerra de las Falklands (como llaman los ingleses a las Malvinas), estaba enganchada al whisky con soda", explica Crawford en el documental, que emitirá en marzo la cadena de televisión ITV.
Thatcher también recibía inyecciones de vitamina B12, un estimulante general del organismo que nutre los tejidos nerviosos y ayuda a la formación de glóbulos rojos.
Lo hacía, según Crawford, en otros momentos difíciles, como cuando informó a su Gabinete de que tenía intención de dimitir.
El diario "The Guardian", que se hace eco de las revelaciones de la asistente personal de Thatcher, aca la legendaria fortaleza de la "dama de hierro", quien necesitaba pocas horas de sueño en su época como primera ministra.
"Crawfie", como llamaba Thatcher a su asistente, recuerda también otra dura noche: cuando en noviembre de 1990, en París, la entonces primera ministra comenzó a entrever que iba a perder el liderazgo del Partido Conservador.
"Llegó de una cena agotada. Pero entonces nos sentamos a beber toda la noche. Habló sobre toda su vida, sobre su infancia, su padre, Denis, los gemelos, de todo. Nunca nos acostamos", indicó Crawford.
Su esposo, Denis Thatcher, prefería el clásico combinado de ginebra con tónica pero, según opinaba la ex primera ministra, "no se puede beber 'gin tonic' en plena noche; hay que tomar whisky para tener energía".
Margaret Thatcher, la única mujer elegida hasta ahora primera ministra del Reino Unido, estuvo en el poder desde 1979 hasta su dimisión en noviembre de 1990, en plena rebelión interna de los conservadores y debido a lo que consideró una traición de sus amigos y aliados.
Su afición al whisky ya era conocida. Tres años después de su renuncia, la baronesa Thatcher tuvo que desmentir que se hubiera dado a la bebida para olvidar los malos momentos.