Washington, 19 feb (EFE).- Un condenado a muerte en Oklahoma confía en que la controvertida tecnología de las "huellas cerebrales" le salve la vida, del mismo modo que el año pasado sirvió para que obtuviera su libertad otro hombre condenado a cadena perpetua.
El inventor del método de pesquisa, Larry Farwell, fundador de Brain Fingerprintings Laboratories en Seattle (Washington), sometió la semana pasada a su examen a Jimmy Ray Slaughter, condenado por el asesinato a puñaladas de su novia, Melody Wuertz, y a balazos de su hija de once meses, Jessica.
La técnica consiste en el registro de variaciones de una onda eléctrica cerebral denominada P300 que ocurre durante el reconocimiento de imágenes.
Al sujeto se le coloca una banda con sensores en la cabeza y se le presentan imágenes, tomándose mediciones de su actividad P300.
"Cuando uno reconoce algo hay cierto procesamiento de información en el cerebro en el momento del reconocimiento", explica Farwell. "Y ésa es la información que detectamos y registramos".
La búsqueda de "huellas cerebrales" parte de la teoría de que la mente reconoce lo que ha registrado, y no hay algo que el individuo pueda hacer o dejar de hacer para impedirlo.
A diferencia del polígrafo, o detector de mentiras, a la técnica de Farwell se le adjudica una precisión del 100 por ciento: ninguna persona puede afectar la actividad de su cerebro para ocultar que reconoce una imagen.
Presumiblemente, a un sospechoso que niega su responsabilidad en un crimen se le puede mostrar una foto del arma, o de la escena del crimen, y su cerebro mostrará la actividad eléctrica de reconocimiento del arma y del sitio.
De la misma manera un convicto que niega su participación en un crimen puede mostrar ausencia de actividad de reconocimiento ante imágenes relacionadas con el delito, y esto sería prueba de su inocencia.
Slaughter fue sentenciado por las muertes en una casa que conoce muy bien, pero el examen de Farwell mostró que no sabía en qué parte de esa casa ocurrieron los asesinatos, no sabía dónde yacía el cuerpo de la madre, o cómo estaba vestida en el momento de morir.
La técnica de detección de la actividad cerebral con fines forenses obtuvo una victoria jurídica el año pasado cuando un juez en Iowa dictaminó que existía una base científica suficiente para admitir los resultados de "huella cerebral" en el caso de Terry Harrington.
Harrington, quien pasó 25 años en prisión condenado por asesinato, siempre había proclamado su inocencia: el examen de "huella cerebral" mostró que no reconocía partes clave de la escena del crimen por el cual se le había juzgado. Quedó en libertad a fines de 2003.
La investigación de Farwell ha sido financiada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), que aportó más de un millón de dólares, y la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) ha permitido que Farwell pruebe su tecnología en su academia de Quantico (Virginia).
"En las pruebas con el FBI, presentamos palabras y frases que solo un agente del FBI conocería, y por las respuestas cerebrales de los participantes pudimos determinar, con 100 por ciento de certeza, quién era y quién no era agente del FBI", dijo Farwell.
En el marco de la "guerra contra el terrorismo" las posibles aplicaciones del detector de huellas cerebrales son muchas: podría someterse a este examen a una persona sospechosa en un aeropuerto, mostrándole imágenes de supuestos cómplices, o sitios de reuniones clandestinas, o planes, o códigos de los grupos temidos.
Algunos expertos, sin embargo, dudan de la eficacia del método de Farwell porque la memoria humana actúa de formas extrañas y la mera reacción eléctrica de reconocimiento de una imagen no implica, automáticamente, que el sujeto tiene una responsabilidad penal.